CONTESTA DIOS LAS ORACIONES?

15.10.2022

"¿CONTESTA DIOS NUESTRAS ORACIONES?"

(Por el pastor Emilio Bandt Favela)

"Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará" (Habacuc 2:3)

"Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios" (Salmo 69:1-3).

¿Quién hace esta oración tan llena de angustia? Es el rey David quien siempre batalló con un sinnúmero de enemigos personales y clama a Dios por su ayuda; sin embargo, el texto parece sugerir que Elohim no le contesta.

El rey parece que se ahoga desesperadamente. Cieno profundo, abismos y corrientes de aguas, son una metáfora que describe una condición que va empeorando momento tras momento.

De la misma forma que experimentó David, en muchas ocasiones nos parece que las cosas en lugar de mejorar, empeoran.

Hay veces que llegamos a pensar que Dios no nos oye, mucho menos nos contesta. Sentimos que Dios es indiferente a nuestros sufrimientos, a nuestras necesidades, a nuestras súplicas, ruegos y oraciones; y surge una pregunta perturbadora ¿Por qué Dios no nos responde?

No podemos entender por qué Dios no nos concede la bendición si lo que estamos pidiendo está dentro de su voluntad; también ponemos toda nuestra fe y suplicamos con ferviente oración. Pero el tiempo pasa sumergido en un absoluto silencio divino.

Pero, ¿Será verdad que nuestro Dios de Amor no escucha? ¿Será cierto que la oración es un batallar con un Dios renuente a ceder a nuestras plegarias?

Amados hermanos, queridos amigos, la verdad es que Dios sí escucha todas nuestras oraciones y lo ciertísimo es que ÉL contesta a todas y cada una de ellas. Lo que pasa es que el Señor responde con un "sí", o con un "no", o con un "espera".

Dios sí contesta a la oración. ¿Acaso no es una promesa suya? "Clama a mí, y yo te responderé..." (Jeremías 33:3). Si Dios lo ha prometido, debemos creer en sus palabras.

Pensemos en quién es Dios, en sus atributos personales y que es digno de toda confianza. Dios sí responde a las oraciones. Sin embargo, lo hará a su debido tiempo. Cuando ÉL en su infinita sabiduría y perfecto conocimiento de las cosas lo decida.

Imaginemos por un momento que el Señor contestara todas las oraciones en forma positiva y en forma inmediata. ¿Qué haría con oraciones pecaminosas como la de Jonás: "Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida" (Jonás 4:3); o Elías: "Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres" (1 Reyes 19:4). Observemos que en ambos casos estos personajes le pedían a Dios que les quitara la vida.

¿Qué haría el Señor con la petición de aquellos discípulos que querían que el Padre enviara fuego del cielo y consumiera a los samaritanos? El Señor Jesús los reprendió por tales pretensiones "Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas..." (Lucas 9:55-56).

Tiene mucha razón el apóstol Pablo cuando escribe y dice que no sabemos pedir como conviene (Romanos 8:26).

Nadie como nuestro Amante Padre Celestial para saber el tiempo exacto para que recibamos la bendición esperada y tan ansiada.

Por favor, piense en la siguiente suposición: Un niño ve un duazno en un árbol y le dice a su padre que se lo alcance. El padre observa que el fruto aún está inmaduro. Sabe que si se lo da al niño, le hará daño, y entonces le dice: "Espera un poco de tiempo hijo y yo te lo daré". Así es el Padre Celestial, nos contestará a su debido tiempo. ÉL no tardará ni un instante más del que es necesario para darnos su respuesta.

Le invito a leer en el evangelio de Lucas lo siguiente: "¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que

claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia..." (Lucas 18:7-8).

¿Lo observó usted? Nuestro Señor Jesucristo dice que Dios no se tarda en responder. El Padre pronto nos hará justicia.

Sí. A su debido tiempo el Señor nos dará la contestación.

Por eso, el mismo salmista David, dice: "Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad..." (Salmo 69:13). En otras palabras, aunque estuviera en estrecho apuro, sabría esperar el tiempo de la buena voluntad del Todopoderoso.

¿Sabremos nosotros esperar también, amados hermanos?

Dios no se equivoca, si ÉL decide que esperemos, tenemos que aguardar y hacerlo con paciencia. No importa, si aparentemente las cosas empeoran.

Mire el caso de las hermanas de Lázaro. El evangelio de Juan nos relata que las hermanas Martha y María tenían a su hermano Lázaro enfermo. Debió ser una enfermedad grave puesto que murió al poco tiempo. Mientras él estaba postrado las hermanas enviaron a decir a Jesús que viniera a Bethania para que viera a Lázaro y le sanara. Pero el Señor decidió quedarse un poco más de tiempo, dos días, en el lugar donde estaba; y mientras tanto, Lázaro falleció.

Imaginemos por un instante, lo que sucedía dentro del corazón y la mente de aquellas mujeres cuando veían morir a su hermano y Jesús no aparecía por ningún lado.

Quizá ellas pensaron que el Señor no les había escuchado o que no había querido atender su solicitud de ayuda. Y al ver morir a Lázaro pensaron que ya se había terminado toda esperanza.

Quizá para las hermanas de Lázaro, la presencia de Cristo había llegado demasiado tarde. Pero nosotros sabemos que no fue así. El reloj del Señor nunca se atrasa, nunca se detiene. Para algunos era ya demasiado tarde porque esperaban ver la maravilla de la sanidad, pero Dios tenía otro plan. ÉL quería que todos vieran una maravilla mayor, la de la resurrección.

A veces, en medio de la tribulación oramos y parece que Dios no contesta. Pareciera que ÉL no quiere lo mismo que nosotros queremos y anhelamos.Pero lo cierto es que ÉL desea y procura lo mejor para nosotros. ÉL tiene todo el tiempo y quiere bendecirnos. ÉL siempre nos dará la mejor bendición.

¡Por favor! Nunca permita que pase por su mente el pensamiento de que el Señor es solo observador, bastante indiferente, de nuestros problemas, enfermedades, necesidades y tiempo crítico.  En la historia de Lázaro podemos observar que aun cuando las cosas en apariencia empeoran contamos por lo menos con tres cosas de nuestro Divino Salvador: (1) Contamos con la Presencia de Cristo: "... El Maestro está aquí..." (Juan 11:28). (2) Contamos con la Pasión de Cristo: "Jesús lloró" (Juan 11:35). Y (3) Contamos con la Potencia de Cristo: "Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! (Juan 11:43). La situación de Lázaro era una condición bastante difícil, pero no para la potencia especial de Cristo.

En todas nuestras tribulaciones pensemos que necesitamos a alguien más fuerte y poderoso que nuestros problemas y sólo hay uno: Jesucristo.

Este caso demandó la potencia extraordinaria de Cristo. Levantó un cuerpo muerto, bien muerto, cuya sangre había entrado en descomposición, cuyos órganos estaban putrefactos y su carne despedía fétidos olores. Su condición no podía empeorar más. Pero el Señor echó mano de su gloria y de su poder infinito y levantó a Lázaro. El Señor demostró ser más poderoso que la muerte, la reina del terror, quien se tuvo que subordinar al Todopoderoso Jesús. Este caso de Lázaro necesitaba la potencia específica de Cristo. ÉL le llamó por su nombre, Lázaro, porque conocía su condición individual, su necesidad específica.

Agustín de Hipona, mejor conocido como San Agustín, en su comentario a este pasaje dice: "El Señor tuvo que decir el nombre Lázaro, porque de otra manera, si solo hubiera dicho: "Ven fuera" entonces todos los muertos se hubieran levantado".

Queridos hermanos, ¿No podrá el Señor con nuestra tribulación, nuestra enfermedad, nuestra necesidad?

Nuestro Salvador está aquí con nosotros. Tribulación y Jesús no pueden coexistir. Uno de los dos tiene que resultar triunfante y ¡Créanme! ¡Siempre será nuestro Dios Eterno y Omnipotente!

¡Tengamos Esperanza en ÉL!

Se puede decir mucho acerca del amor de Cristo, pero ÉL sabe que la mejor manera de demostrarlo es aquí y ahora, en medio de nuestras tribulaciones. El Señor no quiere que creamos en un Cristo histórico, que hizo muchos prodigios y maravillosos milagros, sino en un Salvador Todopoderoso que está aquí, llora junto con nosotros y puede y sabe consolarnos y ayudarnos.

La compasión de nuestro Redentor se inflama dentro de ÉL y ¡asegurémoslo! Algo va a hacer en nuestro favor. Saber orar es saber esperar.

Isaac se casó con Rebeca. Pero Rebeca era estéril. La esterilidad de Rebeca no era el mismo caso de

Sara cuya matriz estaba muerta, sino que la situación de Rebeca era mucho peor, pues ella no tenía matriz, era como si se la hubieran extirpado (diccionario de Strong del hebreo עָָקָר acár H6131). Así que Isaac comenzó a orar a Dios. "Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer" (Génesis 25:21). En apariencia, el texto nos dice que tan pronto Isaac oró, el Señor contestó y Rebeca pudo concebir, pero lo cierto es que no fue así. Él esperó, no uno, ni dos, ni tres, ni cinco, ni diez, ni quince, sino ¡veinte años! Isaac mantuvo inconmovible su fe y su paciencia. Dios recompensó su espera y le concedió tener gemelos que fueron Esaú y Jacob.

También tenemos el ejemplo de Abraham. Abraham no permitió que su fe dudara. Cuando el Señor le hizo la promesa de ser padre, tenía setenta y cinco años de edad (Génesis 12:4) y cuando se cumplió esa promisión del Señor, cuando al fin pudo tomar en sus brazos a Isaac, él tenía ya los cien años de edad (Génesis 21:5). Fueron muchos años de esperar. No pasó uno, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte; fueron veinticinco años de esperar con fe y paciencia que el Señor cumpliera su Palabra. Abraham nos enseña que las promesas se heredan con fe y paciencia.

Así lo entendió el escritor de la epístola a los Hebreos quien nos exhorta a ser: "... imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas" (Hebreos 6:12).

Si le parece que las cosas no cambian, no mejoran, no hay visos de solución y parece que en lugar de mejorar empeoran, no permita que todas esas cosas menoscaben su fe. Es y será sólo por su fe como logrará todas sus victorias.

RINCÓN PASTORAL:

"CUATRO CLASES DE FE"

La fe que Dios reconoce: "... De cierto os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta fe" (Mateo 8:10).

  • La fe que Dios reprueba: "Más los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 8:12).
  • La fe que Dios recompensa: "Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora" (Mateo 8:13).
  • La fe que Dios reprende: "ÉL les dijo: ¿Por qué teméis hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza" (Mateo 8:26). ¿En cuál de estos niveles está nuestra fe?

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